sábado, 7 de enero de 2012

Inalcanzable

        El encuentro normalmente comienza con un saludo poético, cortés, pero superficial de parte de ella, seguido de su elocuente silencio y sonrisa expresiva. Esa misma sonrisa que le quita el sueño.
-Podés venir a visitarme, le sugiere él. Puedo llevarte a andar en moto, tal y como lo planeamos.
-Lo consideraré si dejás de contemplarme con esa mirada enigmática, como si yo fuera un rompecabezas cuyas piezas no encajan.
         La verdad es que en esta historia, nada encaja y la mayoría de sus encuentros no eran producto del azar.
         Nada tiene sentido. Esa sensación rara que la invade cuando escucha su nombre. Cuando lo ve... Nadie busca sufrir eso es cierto, pero una cosa lleva a la otra. El sufrimiento termina siendo inevitable, como muchas otras cosas en la vida. Amar, sufrir, sonreír y llorar, son cosas que van de la mano.
Él le dijo: “Es cierto que estaría toda la vida con vos, pero no es el momento ni el lugar”. La dejó pensando largo rato… Hasta que contestó: “Sos un gran remedio para un gran mal...”

         Ese día vio su moto afuera y su mente no pudo soportar que sus cuerpos estuviesen en un mismo edificio, y sus miradas no se encontraran. Entró de inmediato buscándolo.
         Él no tenía que decir nada, con los ojos le hablaba y la besaba con la mirada. Eran esos besos telepáticos, hipotéticos, esos que crean adicción.
Cada vez que lo veía se transportaba a aquel universo paralelo, donde podía amarlo sin limitaciones. Donde no existían las absurdas reglas de la sociedad. Donde pintaba con los dedos y escribía poemas en la arena, que no eran borrados jamás por el viento.
         Eran corazones totalmente compatibles por donde se los mirasen, pero él tenía razón. Estaban atrapados en un tiempo y espacio que no era el de ellos.
         Cuando estaban juntos nada más existía. Todo desaparecía. También la ropa que llevaban puesta. Ella desnudaba sus miedos a los pies de la cama. ¿Él? Aún no sé bien que decir de él. Era un tipo especial.
         Estaba mal, nadie lo niega. Era un amor atrapado en una dimensión paralela, y no correspondido. Todo era no correspondido.
Desde ese momento ella no pudo dejar de pensar en él. En lo inquieto que era. En los chistes que hacía. En esa noche llena de placer en la que ambos disfrutaron mutuamente de sus cuerpos. ¡Sus cuerpos! Vale detenerse en este punto. Ella tenía una gran debilidad por su piel, pero la espalda de él era algo único. Cada vez que la recorría con su dedo índice, ella se sentía en un parque de diversiones. Amaba pasearse subiendo, bajando, y viceversa, mientras él estaba acostado boca abajo. Así podía permanecer horas, días, incluso toda la vida.
Eran bastante parecidos. Les costaba demostrar cariño. ¿Amor?, no entraba en su vocabulario. Pero entre ellos, insisto, era diferente. Todo era diferente con él.
Cuando sus labios se encontraban, el mundo se ponía en Pausa y ninguno de los dos quería volver a darle Play. Sin duda había eternidad en esos instantes de encuentro.
         No me gustó como nos despedimos. Ese beso en la frente que él le dio, confirmó la horda de sensaciones que ella tenía. Desencadenó una serie de sentimientos que estaban dormidos, aplacados por el tiempo. El tiempo… ése mejor amigo de los que saben esperar. Algo que a ella le costaba, incluso más, que extrañarlo tanto. Se había prometido una y mil veces no enamorarse, pero el corazón tiene razones que ni la propia razón entiende. Y claro está, nada en esta historia tiene sentido alguno.
         Cuando hablaba de él, sus ojos brillaban distintos. Alertada por eso, decidió alejarse, aunque sabía en su fuero interno que era imposible. Imposible como el amor que ella sentía por él. Pero él… ¿qué sentía? Sólo su cabeza sabía que pasaba por ahí.
El tipo más especial que se había cruzado en toda su vida. Estaba segura de que la culpable de todo era nada menos que la distancia. Esos tiranos kilómetros que los separaban pero al mismo tiempo llenaban de magia sus encuentros.
         Siempre que ella se alejaba de su presencia, volvía con nuevas energías y un millón de ideas. Millón de ideas que se desvanecían al comprender que eran imposibles de llevar a cabo, porque al fin de cuentas, todo, inclusive él, era inalcanzable.

 

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