martes, 17 de enero de 2012

Almendras y nueces

Costumbre extraña si la habrá, tener un bolsillo lleno de almendras y nueces. Pero le gustaban mucho. ¿Y quién podía juzgarlo? No dañaba a nadie. Además sobre gustos no hay nada escrito… Bueno, ahora sí, sobre sus gustos justamente.
Sacaba una, mordía la mitad, y la otra mitad la compartía con ella.
Ahora que lo pienso, tampoco le molestaba compartir eso. A ninguno de los dos les importaba dar la mitad de lo que tuvieran. En ese sentido, intuyo que ella era capaz de dar todo.
La mitad de su corazón ya le pertenecía, y celosa, la otra mitad, quería irse también con él.
Ella intentaba impedir que sucediera, al menos hasta cuando no pudiese resistirlo.
Es difícil remar contra la corriente del corazón… ¡Maldición! ¡Si ella lo sabía mejor que nadie!

 

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