No podía escribir, me sentía triste, no quería revolver mis
pensamientos, mi interior. Me quedé encerrada en los muros que siempre levanto
durante unos días. Llegaba la mañana y el delineador negro recorría toda mi
cara, producto de haberme dormido llorando la noche anterior. Una piedra de 10
toneladas en el pecho, en el corazón, un nudo en la garganta que todavía puedo
sentir. Así me sentía: sola, sin que él me demostrara un poco de cariño, un
poco de importancia, un ¿cómo estás hoy? ¿Te sentís mejor? Pero no. En cambio
recibí sólo un silencio casi sepulcral. No es que le corresponda preocuparse
por mí, pero me gustaría que fuese diferente. No por placer de cambiarlo,
simplemente porque saber que él está del otro lado, me hace bien. Creo que éste
escrito llega hasta acá, todavía no me siento con ganas ni fuerzas para hacer o
decir algo coherente.
Sólo necesito tiempo para acomodar. Pensar que rumbo va a tomar la mariposa.
Sólo necesito tiempo para acomodar. Pensar que rumbo va a tomar la mariposa.
Amoldar.
PD: Si puedo sentarme y volver escribir es por culpa de una
mujer. Una mujer que me devolvió la inspiración. Ella escribe, de hecho muy
parecido a mí, me sentí tan reflejada en lo que leí que tuve que volver al
ruedo. Por medio de éste escrito le digo: Gracias, necesitaba sacar todo
de adentro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario