domingo, 7 de noviembre de 2010

Un día con Sigmund Freud

Sigmund Freud nació el 6 de mayo de 1856 en Freiberg, Moravia (República Checa). Se crió en el seno de una familia judía, y a los tres años de edad, se trasladaron a Viena.
En
1886, Freud se casó con Martha Bernays y abrió una clínica privada especializada en desórdenes nerviosos. Comenzó su práctica para tratar la histeria y la neurosis, utilizando la hipnosis y el método catártico. Obtuvo resultados sorprendentes. Actualmente abandonó ambas técnicas, en favor de la asociación libre, que está siendo desarrollada por él desde 1895. Impulsado por las experiencias con sus pacientes histéricas, Freud notó que puede aliviar sus síntomas animándolas a que verbalicen, sin censura, cualquier ocurrencia que pase por su mente.
            Es octubre, y Freud me permitió que lo acompañe como observadora por el día de hoy. Precisamente eligió éste día, porque le toca atender un caso muy particular: El Caso Dora. Llegamos a la clínica privada, Freud me enseña las instalaciones, y pasamos a su despacho. Ordena sus papeles, carpetas, se acomoda sus anteojos, y mientras espera a su paciente, enciende un habano. Mira por la ventana y reflexiona acerca de sus estudios recientes. Me cuenta que hace poco tiempo, descubrió y puso en práctica éste método tan único de analizar a las personas, llamado psicoanálisis. Según él, es una nueva disciplina y modo de entender al hombre, que consiste en mover los pensamientos y sentimientos reprimidos, hacia el consciente. Abocándome al Caso Dora, Freud dice que el nombre real de la paciente es Ida Bauer, de 18 años. Decidió ocultar el verdadero nombre, para preservar la identidad de Ida.
Su padre fue quien la llevó a la consulta, diciendo que su hija fantaseaba con que él tenía una amante.
Al llegar a la cita en el despacho del Señor Freud, éste me pide que por favor permanezca en la habitación de al lado, escuchando todo, pero sin ser vista. Podría influir en la conducta de la paciente. Freud hace caso omiso a lo que el padre le dice y entabla una conversación con ella.
Al comenzar la sesión, puedo enterarme que Ida, es una ciudadana austriaca, y según lo que demuestra, padece síntomas somáticos y psíquicos. Se la escucha toser nerviosamente, quejarse de jaquecas, depresión y de estar cansada. Charlan dos horas, y finaliza la reunión.
Luego de escuchar todo, le pregunto a Freud cuál es el diagnóstico, él responde: histeria. ¿Y qué es exactamente la histeria?
Es una condición en la que el paciente muestra síntomas físicos y mentales, que no tienen un origen orgánico por el cual puedan ser explicados, y se originan y se mantienen por motivos no totalmente conscientes.Pasa una semana y vuelvo al consultorio para seguir el Caso Dora de cerca. Repetimos el procedimiento, y me quedo en la habitación continua escuchando todo.
Ida, comienza hablando normal, pero con el paso del tiempo se va tornando cada vez más nerviosa. Freud decide terminar la sesión por este día.
Al quedarnos solos otra vez, le pido que por favor me explique el comportamiento de Ida. “En este caso (me explica Freud) el padre es la figura central de este conflicto. Toda la escena histérica que “Dora” arma, ya sea enfermarse cuando su padre se va de viaje o simplemente comportarse de manera inadecuada, es para sostener la imagen a su padre. Ella tiene un complejo de Edipo no resuelto. El sujeto histérico paga con su cuerpo para sostener la fantasía de un padre ejemplar, sin fallas.”
Mientras tanto,
Martha Bernays, la esposa del psicoanalista, nos trae un café. Freud habla, y yo lo escucho atentamente, tomando nota. Me cuenta que la supuesta fantasía de Dora, es real, y su padre posee una amante.
            Fue un día agotador, despido a Freud y arreglo otra cita para más adelante, avanzadas las sesiones de “Dora”.
            Tiempo después, vuelvo a encontrarme con Freud, y me comenta que el tratamiento fue concluido abruptamente por la misma paciente el
31 de diciembre. Éste caso es particular, ya que con él, Freud descubrió la transferencia. Le pregunto cual es el significado de este nuevo término. Me explica: ”La transferencia es un concepto del psicoanálisis que designa el mecanismo psíquico a través del cual una persona inconscientemente transfiere, en sus vínculos sociales nuevos, sus antiguos sentimientos, afectos, expectativas o deseos infantiles reprimidos.” Esto quiere decir que, lo que Freud planteó a “Dora” durante sus sesiones, a ella no le valió de nada. Freud estaba feliz analizando y aplicando toda su teoría, pero a su paciente no le sirvió en absoluto. Es por esto que ella abandona la sesión tan de repente.
            Freud, pensó que el análisis de Dora confirmaría sus opiniones sobre el origen sexual de los síntomas histéricos, y del papel desempeñado por los sueños en representar estos síntomas. Sin embargo, de este fracaso terapéutico extrajo valiosas enseñanzas.
Al analizar el caso, Freud me confiesa, que no fue lo suficientemente
intuitivo para darse cuenta de haber identificado el obstáculo a su debido tiempo. Quizá hubiera sido capaz de interpretarlo, y por tanto de haber prevenido la interrupción del análisis.

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