Ese adiós encerraba en realidad un hasta luego, motivo por el cual no hubo más que unas pocas gotas de nostalgia en el último beso. Se volverían a ver como siempre en algún momento de sus vidas, pero bajo otras circunstancias. En esa ocasión, él sería el encargado de recorrer, por primera vez, los kilómetros que los separaban. Estoy segura de que lo único que podía separarlos en ese entonces era sólo la maldita distancia. ¿Motivos? La piel que habían logrado juntos era algo inigualable, perfecto, apenas se rozaban salían chispas. Era imposible que estuviesen juntos sin querer arrancarse la ropa y comerse a besos. Imanes del mismo polo que se atraían locamente. Siempre existía la excepción a la regla, y en este caso estaba claro.
Pese a todo esto, y hasta el día de hoy, surge una incógnita: ¿Hay amor?
Amor en estado bruto como los diamantes, amor como Romeo y Julieta, o simplemente amor a secas.
¿Hay amor cuando se besan con la mirada, se sienten piel a piel, cuando sus pulsos se aceleran al estar juntos? ¿Hay amor cuando se piensan al unísono, se extrañan y necesitan mutuamente?
Por más que él no lo note, o no quiera darse cuenta… Lo hay.
Pese a todo esto, y hasta el día de hoy, surge una incógnita: ¿Hay amor?
Amor en estado bruto como los diamantes, amor como Romeo y Julieta, o simplemente amor a secas.
¿Hay amor cuando se besan con la mirada, se sienten piel a piel, cuando sus pulsos se aceleran al estar juntos? ¿Hay amor cuando se piensan al unísono, se extrañan y necesitan mutuamente?
Por más que él no lo note, o no quiera darse cuenta… Lo hay.
(Cada día más ♫…)
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