“Si fuese tu novio te llenaría de flores”. Ahí radicaba una de las diferencias más notorias. Cualquier hombre común le regalaría flores o un simple peluche. Pero él ya sabía que las flores no le gustaban, que prefería una golosina, un chocolate. Sabían sus gustos, se conocían pero no del todo. O casi, porque eran tan parecidos que uno podía meterse en la cabeza del otro y robar pensamientos, frases, hasta números. ¿Casualidades? Nunca lo sabré, simplemente pasaban cosas que daban a pensar. Situaciones extrañas que en cierto modo los unía aún más.
Como en toda historia también tenían momentos en donde los cables se cruzaban, sobre todo a ella. Pero duraba poco porque el mejor remedio para eso eran sus besos y mimos.
A veces se preguntaba qué pasaría en un futuro, lejano o cercano, no importaba. Ella necesitaba decirle Te amo, y ya no tenía miedo. Se lo venía guardando hacía un tiempo, y no porque ella quisiera, sino porque él se lo había recomendado. Ya no más. Había llegado un punto en el cual si él hacía lo que quería, ella también comenzaría a hacerlo. Todo se resumía en poder expresarle lo que sentía, lo que nunca antes había podido decirle en la cara.
Sólo le recomendaría que se prepare… ¿Podía fallar? Según él, ella daba en la tecla siempre.
Como en toda historia también tenían momentos en donde los cables se cruzaban, sobre todo a ella. Pero duraba poco porque el mejor remedio para eso eran sus besos y mimos.
A veces se preguntaba qué pasaría en un futuro, lejano o cercano, no importaba. Ella necesitaba decirle Te amo, y ya no tenía miedo. Se lo venía guardando hacía un tiempo, y no porque ella quisiera, sino porque él se lo había recomendado. Ya no más. Había llegado un punto en el cual si él hacía lo que quería, ella también comenzaría a hacerlo. Todo se resumía en poder expresarle lo que sentía, lo que nunca antes había podido decirle en la cara.
Sólo le recomendaría que se prepare… ¿Podía fallar? Según él, ella daba en la tecla siempre.
Él es uno en un millón.
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