Y estoy cansada de no poder
llegar a tu corazón. De que seas el único que pudo llegar al mío, y aun así
nada sucede. Me trago el llanto, no hay motivos para llorar. ¿O siempre los
hay? No, no voy a llorar esta vez, voy a recordar lo bueno y sonreír.
Estoy cansada, no quiero pensarte pero estás acá conmigo y no te vas. No te vas
porque no quiero dejarte ir. Porque vos tampoco querés que te deje ir, porque
significaría olvido. Y no está en mis planes
olvidarte, de acá a un largo e indeterminado tiempo.
No paro de escribir, brotan las ideas que estaban adentro hace una semana ya. 7
días que separan mi visita al pueblo. 7 días que me separan de vos. Me lastimé
el dedo y apretar la lapicera me duele mucho, pero más me duele tenerte lejos.
A 360. Más duele extrañarte así, porque estás lejos, pero también estás acá y
no te fuiste, ni te vas. Estás siempre. Que contradictorio. No quiero que te
vayas tampoco. Te quiero para mí. Quiero un recreo eterno junto a vos. Y quizás
no deba escribirlo, pero el impulso puede más y sólo dejo fluir lo que sale de
mi cabeza. Me duele el dedo, ya no sé cuanto más voy a poder decir. Por las
dudas dejo en claro que definitivamente lo mejor de nuestra piel, es que no nos
deja huir. Te quiero, te adoro, te amo, te, absolutamente, todo. Perdoname por
decirlo (no sé por qué te pido perdón por sentir) pero borré mis filtros y no
creo que los tenga de acá en más, con vos y con lo que siento.
No precises dejar pasar cosas, me hace bien un Te Quiero, un beso, una mirada.
Me llenás a tu manera. Me hacés sentir plena. Me completás. Somos uno. Estamos
hechos.
A tu manera.
A mi manera.
A nuestra manera.
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