jueves, 29 de diciembre de 2011

La distancia

            La historia nunca se termina, de hecho nadie sabe si empezó en verdad. Las facetas de uno pueden sacar a la luz las facetas más ocultas y positivas del otro. A los dos les cambia el estado de ánimo con facilidad y continuamente, si bien es cierto que a cada uno por motivos diferentes. Lo único que deben intentar es sincronizarse, y en los momentos bajos de uno que el otro lo reanime y así se producirá el milagro.
En algún momento ella perderá el miedo a enamorarse, ¡y el también!
Siempre está presente esa dulce sorpresa, ese anhelo de verlo, día a día confirma que es él el hombre que ella añora.
            Es difícil amar a la distancia. Muchas noches cuando ella se acuesta a dormir, no puede. Y no porque piense en él todo el tiempo, ése es el vicio más lindo del mundo. Sino porque su corazón late tan pero tan fuerte que los mismos latidos la despiertan. Ella sabe que en unos días va a volver a verlo… Le costó mucho conseguir ese viaje, pero lo hizo. Al fin y al cabo siempre consigue lo que quiere. Y ella lo quiere.
            Escribir sobre lo que le pasaba era la única salida, el único cable a tierra que ella tenía para poder vivir un poco más en paz. Un poco solamente, porque vivir extrañando a alguien con todas sus ganas, muy reconfortante no era. Lo que sí era realmente especial eran los encuentros, siempre llenos de magia. 


miércoles, 28 de diciembre de 2011

“No digo que no tengo precio, pero hay que elevar la puntería”



El periodista Jorge Daniel Boimvaser, profesional hace más de cuarenta años, afrontó preguntas acerca de la ética profesional. Dijo todo lo que tenía para decir, y le pegó duro al Gobierno de Cristina Kirchner. http://a7.sphotos.ak.fbcdn.net/hphotos-ak-snc1/5769_1228479190857_1195387514_677863_599858_n.jpghttp://a7.sphotos.ak.fbcdn.net/hphotos-ak-snc1/5769_1228479190857_1195387514_677863_599858_n.jpg http://a7.sphotos.ak.fbcdn.net/hphotos-ak-snc1/5769_1228479190857_1195387514_677863_599858_n.jpg http://a7.sphotos.ak.fbcdn.net/hphotos-ak-snc1/5769_1228479190857_1195387514_677863_599858_n.jpg

-¿Cómo ves el periodismo (éticamente) hoy en día comparado a cuando recién te iniciabas?

-El periodismo de aquella época era mucho más ético que el de hoy, éste es muy canibalezco.
No solamente fui periodista en los ’70 sino militante de la izquierda, y teníamos mucho respeto por los que pensaban distinto (salvo los fachistas y los que creían que había que eliminar a la izquierda.) Teníamos respeto a la diferencia ideológica, eso no nos hacía enemigos.
A nivel periodístico había mucho respeto por los que pensaban diferente. Había peronistas, peronistas de derecha, de izquierda, los que no queríamos al peronismo. Podíamos llegar a discutir acaloradamente, hasta había trompadas, pero era común en la militancia. Jamás cuando escribíamos hablábamos de otro periodista. Era algo común, una práctica ya estipulada y además no se permitía. No se permitía por una especie de ley ética implícita en los medios de difusión. No se hacía periodismo de periodistas. Lo que sí, el periodismo de confrontación se usaba en la prensa partidaria.
Hoy todo eso está absolutamente perdido y ves un montón de espacios televisivos y en la misma en la prensa donde el periodismo es canibalezco.
En los 80’ después del reinicio de la democracia, ahí se empezó a notar alguna tendencia de periodistas que empezaban a criticar a otro, era más por un maldito tema de subsistencia por el cual yo ocupo un determinado lugar, y para evitar que en algún momento alguien con más capacidad que yo ocupe mi lugar, lo critico antes. Una cosa muy patológica.
El kirchnerismo disparó el periodismo delator, un periodismo mentiroso en el cual hay que acabar con el que piensa diferente.
En resumen, ética había antes, ahora no existe. Hay franjas de periodistas jóvenes con ganas de hacer cosas diferentes, pero si entrás en algún medio tradicional, te encontrarás con que hay una gran muralla que te impide crecer o te invita a ser parte de toda esa lacra. Hay mucho periodismo pago por el Estado y las corporaciones.


-¿Alguna vez te obligaron a escribir o a no escribir algo?

-Cuando yo tenía 20 años, Carlos Ulanovsky me permitió escribir y publicar una de mis primeras notas. Ahí me empezaron a conocer. El director de La Opinión, me pide que escuche un programa de radio y hacer una crítica. En eso momento estábamos tratando de insertar la música en español. Ése programa era pura música extranjera, comentarios al pedo, y encima auspiciado por todas las empresas del Estado. Hago mi nota, diciendo que sería bueno que las firmas del estado auspiciaran música de artistas argentinos y no extranjeros.
Los responsables de publicidad de esas empresas llamaron al director, y le dijeron: “Como nosotros también tenemos avisos en el diario La Opinión, si a ustedes les molesta que pasemos música extranjera, nos vamos del diario y listo”.
Jacobo Timerman me llamó y me puteó de arriba a abajo. Nunca hay sugerencias, me dijo directamente: “Pelotudo, ¿usted no sabe que vivimos de la publicidad? Nos sacan los avisos y nos morimos de hambre. ¿Usted no quiere un sueldo?”.


-En esos casos, ¿hay que agachar la cabeza y seguir?

-No queda otra. Durante el proceso, por ejemplo, estuve buscado y no podía laburar.
Igualmente hay dos situaciones, una es que no te permitan hacer ciertos comentarios, y otra, que no es probable que ocurra, es que te obliguen a hablar bien de alguien.
Si hoy en día me dicen, hacé una nota que diga que Moria Casán es la gran virgen de la Argentina. Sería estúpido de mi parte hacerlo.
En realidad no te lo piden explícitamente, porque en cada medio ya sabés que esquemas existen de que decir y que no.


-¿Tuviste alguna vez información que no sabías si publicar o no?

Por lo general, siempre hago al revés, primero lo publico y después me preocupo por lo que hice. He publicado mucha información confidencial. De hecho, mi libro “Los sospechosos de siempre”, son historias muy críticas del espionaje en Argentina. Hay qué ser un poco irresponsable para hacer periodismo.


-¿Alguna vez te ofrecieron plata?

-Sí, en una época me ofrecieron plata. En otra época me ofrecieron balas. Pero si viene Bill Gates a decirme tenés $5 millones de dólares en tu cuenta… lo voy a pensar. Si vienen con $5000, no soluciono nada. No te digo que no tengo precio, pero hay que elevar la puntería. Hay ciertas cuestiones que tienen que ver no sólo con la condición de periodista, sino del ser humano. Hasta donde vos podés negociar una cosa. Personalmente, la adrenalina que me provoca un informe que tenga repercusión, no me lo cambiás por un fajo de dinero. Prefiero esa endorfina del trabajo.


-¿Para hacer periodismo de investigación, es necesario trascender algún límite ético?

-Depende que entiendas por límite ético. Cada uno tiene el suyo. Te cuento una historia que pasó hace 4, 5 años atrás.
¿Te acordás el famoso tema de la caída de Alejandra Pradón del balcón?
Me encuentro en un momento con un jugador de fútbol a tomar un café y me cuenta como fue todo. En realidad ella no estaba en el 7mo piso, estaba en el 2do, y en una fiestita con 5 jugadores de River. Llegó el novio, pateó la puerta porque sentía gritos y los jugadores la esconden en el balcón. Ella quiere saltar de un balcón a otro y ahí se cae arriba de un macetero, por eso la leve lesión que tuvo. En la charla, le pregunto al jugador porque se cubre ese episodio. Me explicó que esos jugadores de River tenían gran valor económico, y si trascendía ese quilombo iban a perder y no los iban a poder vender al exterior. El Presidente de River fue el que tapó todo, le dijo a la comisaria pasó tal cosa.
Yo lo hablé con Chiche Gelblung, él siempre tenía un lema “Nunca la verdad tiene que tapar un buen informe”.
Yo empiezo a contar esa historia, lo que quería lograr era mostrar el poder que tiene un Presidente de fútbol para tapar una noticia durante 4 años. Publiqué esa historia, tuvo la repercusión merecida, y mi ética en ese momento era no decir que jugadores estaban ahí adentro. Si conté más o menos que pasó, pero yo no juzgo, nunca digo esto está bien o mal.
En ese momento, me mandan un mail diciendo que por favor no pusiera a esa persona en la lista de jugadores, porque él, en ese momento estaba casado. Le contesté que si realmente era quien decía ser, debía pagarme una pizza en una emblemática pizzería de Núñez. Llegó con su representante, me contó detalles, y yo le dije que se quedara tranquilo.
Ése fue mi límite, no perjudicar a nadie por hacer un artículo. Lo pude hacer igual y teniendo la repercusión que quería. La única que me puteó de arriba abajo, fue Pradón.
¿Cual es la ética de cada uno, no? Hay una diferencia, de pronto lo que es mi código moral no es el tuyo. Y el tuyo no es el mío.


-¿Alguna vez faltaste a ése código?

-Sí, muchas veces me ha pasado de arrepentirme por haber contado alguna cosa.
En la mejor época de los carapintadas, en los ’80, me comí un garrón.
Escribí una nota con una información falsa que decía que uno de los capitanes prófugos del gobierno, había sido pirata del asfalto.
Cuando me entero que era mentira, intento ir a buscarlo y explicarle. Muchos me dijeron que no vaya, que me iba a matar. Era un tipo re violento, pero yo lo quería arreglar, no tuve maldad al hacerlo. Hice una cita con él. Si el tipo me trompeaba, yo no me podía defender. “Tenés razón hermano”. Fue un momento tenso porque no sabía si el tipo me iba a pegar un tiro o qué.


-¿Alguna vez tuviste que escribir bajo presión política?

-Te diría que pasó al revés, no pude escribir por presiones políticas. Cuando estás en un medio organizado, con un director, jefe de redactores, etc, bajan línea y te dicen, esto sí, esto no. Vos escribís bajo presión porque sabes que es lo que no podes escribir y lo que sí.


-¿Miedo sentiste?

-Sí. Se siente el miedo, y si no lo sintiera sería un psicópata. El tema es superarlo. Me di cuenta que éste hombre estaba a punto de estallar. Le pregunté que quería que haga, le dije quien me había dado la información y por qué le había creído. Por lo menos me dijo que tuve la grandeza de ir a decirle la verdad. Y nunca más nos vimos.

-Otra anécdota, fue cuando tuve una entrevista con un jefe narco en la Villa 1 11 14. Era una visita guiada y dormí en la casa de un conocido mío.
Me encontré con un jefe boliviano, el cual vendía Paco. Yo le dije, no puedo hacer de vocero suyo, tengo que tener alguna certeza de quién es realmente usted. Por detrás salió un chico, esos que les faltan unos cuantos patitos, y empezó a decir: “Estos periodistas hijos de puta que vienen acá…” y tiró un tiro que me pasó a centímetros. Éste jefe dijo: “Acá el que manda soy yo, y éste hombre es invitado mío”. Hizo una seña y se llevaron el pibe para el fondo. Escuché los gritos y la paliza que le daban. Eso te causa algún escozor, se te pone la piel de gallina.


-¿Es complicado manejar una investigación, no?

-Si empezás a ejercer el periodismo ahora, no es que dentro de 2 años vas a hacer una súper estrella. Es una escalera, peldaño por peldaño. Uno decide hasta donde llegar. Yo ya pasé la etapa en la cual tenía ciertas cosas que resguardar.
Un día me entero que habían venido unos iraníes a Buenos Aires. Yo había publicado un informe sobre ellos en un diario uruguayo. La INTERPOL Uruguaya le avisa a la INTERPOL Buenos Aires y me ponen custodia, a mí, a quien era mi mujer  y a mi hijo.
Yo no sabía nada, el jefe de policía que nos custodiaba fue él que me avisó que pasaba. Mi mujer decía que no podía ser que por mi laburo les pusieran una bomba a ellos. Ahí empecé a tomar recaudos de lo que publicaba. Era algo que trascendía mi posibilidad y durante un tiempo no publiqué más.
Hoy al lado mío no hay nadie que corra riesgos, entonces estoy más libre que antes. Siempre tenés que cuidar a tus seres queridos. Argentina es un país en donde la ley es muy débil, es muy difícil tomar una decisión y saber que se está resguardado.
La información mía es periodismo de investigación, está muy referido al plano local.


-¿Trabajarías en algún medio conocido como Clarín, Tiempo Argentino?

-No creo que me llamen. Uno se fija en la trayectoria del periodista, además soy un tipo muy anarquista en cuanto a tener un punto de vista propio, critico. Los medios son empresas periodísticas cuya misión es ganar dinero. En esa estructura de ganar dinero, vos podés llegar a ser un estorbo.
Después de varios años de trayectoria, no soy importante para ésos medios. Clarín es una empresa que tiende a echar a la gente mucho antes de que le llegue su jubilación. Tiene un sistema muy cruel con sus empleados. Ha pasado de que tomaron a una colega, y perdió absolutamente su postura. A mí el camaleonismo me cuesta, no me entra.


-¿Cómo ves el manejo de la información en los grandes medios?

-Los medios investigan lo que les conviene. Un ejemplo muy simple  es éste.
Matías Garfunkel es uno de los hijos de Jorge Garfunkel , y nieto de Boris Garfunkel. Fundador de la empresa BGH, una de las casas de electrodomésticos más grandes de Argentina.
Su padre muere joven y le deja dinero: mil millones de dólares (aproximadamente).
Matías decide venir a la Argentina, con mucha ingenuidad. Lo empezaron a estafar. Él tenía buena relación con Clarín. Si yo era poseedor de algún tema que a Clarín podría interesarle, hablaba con Matías, él con su abogado y éste con el dueño de Clarín.
Matías compra el 50% del paquete accionario, de todos los diarios del gobierno, tiempo Argentino, Miradas al sur. Paga 12 millones y medio de dólares, un vuelto para él. Y en ese momento se hace enemigo de Clarín.
Éste diario, saca una nota poniéndolo como enemigo, lo escrachó como si fuese un contrabandista de cuadros, y demás cosas. Así funciona la no ética de los medios.


-¿Hasta dónde llega la responsabilidad social del periodista cuando la veracidad de la información se ve interrumpida?

-Te contesto con un ejemplo. Casi en el final del alfonsinismo, dos periodistas, Morales Solá y yo, recibimos una información sobre una interferencia que había  hecho el canciller argentino, para ayudar a voltear a la dictadura paraguaya.
Si esa nota tomaba estado público, hubiera sido un conflicto diplomático de argentina con un país vecino, que estaba en dictadura. Se podía desatar un conflicto armado.
Morales Solá dijo algo muy parecido a mí, decidió no publicar esa información porque antes de lo que es tu compromiso de informar, el tema mayor era generar un gran conflicto.
Uno analiza que ganancia y pérdida te da.
Otra cosa dando vueltas, de menor envergadura, es que hace muchos años conocí el rostro de un personaje muy nefasto, que se infiltraba en los narcotraficantes y después los entregaba.
Tuve una charla con él y un funcionario anti droga me dijo que ni se me ocurriera publicarlo, porque me iba a matar. ¿Qué gano y qué pierdo? ¿Para qué publicar algo si pongo en riesgo mi vida? Se juega al límite siempre. Un periodista vale vivo, no muerto. Lo que sí, me va jugarme cuando me parece necesario.
Otra cosa, seguro te enseñaron que para publicar algo necesitas mínimo tres fuentes. Eso ya pasó de moda, si estás en el medio del campo y ves un ovni, es imposible tener tres fuentes. Después de mucho tiempo, sabés que hay gente (fuentes) que no te mienten. 


-¿Qué pensás con respecto a publicar algo perjudicial para alguien?

-Es cómo la prostitución, si nadie te obliga… Uno hace lo que quiere siempre y cuando no joda al otro. Tengo como lema de cabecera un precepto de Buda: lo que vos hagas no tiene que dañar ni a los seres quietos ni a los móviles. Mientras no perjudique a alguien o a algo, está bien, el resto queda en una concepción particular de cada uno. Los agnósticos viven de acuerdo a sus creencias, igual que los católicos u otras religiones. Si hacés un informe desenmascarando a un hijo de puta, es tu trabajo, y si está bien hecho, mejor.


-Yendo a la política, ¿multar a las consultoras qué miden la inflación, no es una forma de censura?

-Esa es otra pelotudez que hace éste gobierno. Es una tontería que forma parte del reino del revés. Hay cuestiones que son discutibles, que uno puede consensuar o no: el tema de que no haya monopolio en el negocio del cable. Y hay otras que entran en el terreno de la imbecilidad. Multar a un consultor porque me dice que la lechuga aumentó el 20%, y el gobierno dice que no aumentó nada... Hay ciertos márgenes de estupidez que ya se pasaron.


-De los bloqueos a Clarín, ¿qué opinión te merece?

-Lo que tiene este gobierno es una facilidad para interpretar lo que ocurre de acuerdo a su versión. Para Clarín no es un negocio victimizarse y no sacar los diarios, porque pierde plata. Lo que veo es la facilidad del gobierno para alimentar versiones que son para su propia gente. Qué hay que decir y que no sobre tal tema. Como dije antes, hay temas que pueden ser motivo de discusión y hay otros que entran en la imbecilidad total. El tema de que Clarín podría haber sacado los diarios. ¿Cómo hacía? ¿Uno por uno por la ventana? Es muy absurdo lo que dijo el gobierno. Lo mejor que podes hacer es tomarte un mate con bizcochos y dejarlo pasar.
Pasa como en la época de Hittler, cuando era canciller y empezaba a asomar como una bestia que en cualquier momento se levantaba. En ése momento los intelectuales de Alemania discutían cual era el sexo de los ángeles. Cuando crece un monstruo, y hablan de esas pelotudeces… Creo que merece un poco de consideración. La Argentina está similar, un grupo de intelectuales kirchneristas, por una cantidad de dinero, intentan imponer ciertas interpretaciones tan ridículas que ni siquiera vale tener en cuenta. Se gasta energías que uno la puede emplear de otra forma y con más beneficios.
tener en cuenta. Se gasta energías que uno la puede emplear de otra forma y con más beneficios.
aya monopolio en el negocio del cable. Y hay otras que entran en el terreno de la imbecilidad. Multar a un consultor porque me dice que la lechuga aumentó el 20%, y el gobierno dice que no aumentó nada... Hay ciertos márgenes de estupidez que ya se pasaron.



Lara Osolinski.

El ventanal

            Faltaba poco para que oscureciera. Las luces de la casa no funcionaban bien y necesitaban ser reparadas antes de que la luz se extinguiera del todo. Era una casa muy vieja y necesitaba constante mantenimiento. El encargado era un viejo conocido de la familia, y aprovechando su día libre, respondió el llamado de mi abuela.
            Pablo cortó la luz y la casa quedó en penumbras. Afuera, llovía torrencialmente, y sólo los relámpagos iluminaban ocasionalmente la sala. Abuela dormía en su habitación debido al efecto de los medicamentos que tomaba (auto medicación en realidad).
            Yo estaba sentada escribiendo a la luz de las velas. No veía mucho pero estaba tan inspirada que poco me importaba.
Esa noche creí que sólo éramos tres personas en la casa. Hasta hoy sigo sin comprender lo que pasó realmente, y si sucedió de verdad o sólo en mi imaginación. Si éramos tres o más. Si ese “más” era alguien o algo.
Guardo la esperanza de algún día poder descifrar que fue todo aquello.
            Estaba comenzando a darle un final a mis escritos cuando en el techo escuché un golpe, y luego pasos. Salté de la silla porque en ese mismo momento el reloj viejo de pared marcó las 8 e hizo un ruido de ultratumba. Escuché en silencio…
Pablo seguía trabajando en el baño y seguramente no había percibido nada fuera de lo normal, de lo contrario me lo habría hecho saber.
            El ventanal de la sala estaba con las cortinas corridas y se podía observar el patio. La noche no permitía apreciar detalles, salvo por los relámpagos que ya mencioné. Hubiese deseado jamás haber visto lo que vi. Parado al lado del ventanal había una especie de sombra. Creí que era sólo mi imaginación pero al cabo de unos minutos, él seguía ahí. Era un hombre viejo, bastante feo y podría jurar que con sus manos, o garras, señalaba la cerradura, como invitándome a abrirle la puerta.
Inmóviles, nos miramos a los ojos, salvo que, nunca encontré los suyos. En su lugar había dos grandes agujeros negros.
Grité al fin ¡PABLO!, y vino corriendo al instante. Le señalé la ventana, pero al igual que en las películas, “eso” ya no estaba.
Le expliqué horrorizada lo que había visto y decidió revisar el patio. Tomó una linterna, destrabó la puerta y salió.
            Me quedé sola en la oscuridad, temblando del miedo, sudando frío, no podía pensar en otra cosa que no fueran esos dos huecos en lugar de ojos.
Pablo entró empapado y sin haber visto nada extraño.
Devolvió la luz a toda la casa y para nuestro horror, una de las paredes de la sala estaba marcada con dos huellas, poco humanas, y llenas de sangre.
Corrimos a la habitación de abuela, pero fue muy tarde. Abuela ya no estaba en su cama…



Lara Osolinski.

Un cuento

               El viejo reloj de pared marcaba las 19. Lo notó porque sonó siete veces. Había que darle cuerda porque en realidad eran las 17 y estaba parado quien sabe hacía cuánto. A veces se tornaba realmente insoportable, sobre todo cuando marcaba las 12. Uno quería estar tranquilo, escuchando el silencio que reinaba, pero no. El reloj se encargaba de descontrolar toda la casa.
La puerta de entrada estaba abierta, y ella se encontraba sola en la casa. Creyó haberla cerrado apenas entró, pero era humana y todos podían equivocarse. La volvió a cerrar rápidamente.
Las perras se peleaban por la comida. Era automático, llegar a la casa de campo y ponerse a escribir. Había una energía especial, se respiraba otro aire. Mate y ladridos de por medio tomó la lapicera, se sentó en la mesa del comedor, y comenzó a escribir.
                Sintió que la puerta de entrada rechinaba y se abría lentamente. Agudizó el oído y prestó suma atención. No sintió miedo, en cambio, su cuerpo se llenó de adrenalina, como en las películas de suspenso. La perra más chiquita se le subió encima de un salto. Comenzó a lamerla y le hizo cosquillas. La puerta se cerró de un golpe. Con la perra en brazos se dirigió a la entrada, pero ésta vez la cerró con llave para asegurarse. La perra ladró de repente y su corazón se paralizó. Seguramente quería ir salir para hacer sus necesidades. Le abrió la puerta y salió disparada al pequeño parque.  Esperó que terminara y entraron las dos nuevamente.
Volvió a sus escritos, pero ésta vez sintió que alguien la observaba. Ante la duda y el miedo que comenzaba a brotar, fue rápidamente a la cocina y tomó el cuchillo más grande. Lo dejó al lado suyo, por si las dudas. Al rato sintió ganas de ir al baño. Se incorporó, subió las escaleras de a dos y entró. Se miró al espejo y se sintió mareada. Intentó mojarse la cara pero no pudo. Se desplomó de inmediato en el piso.
                Las drogas que él le había puesto al agua del mate habían surgido el efecto deseado.
Cuando recobró el conocimiento, notó que estaba atada en su cama de manos y pies. Se desesperó e hizo un intento en vano por salirse de las sogas. No pudo. Quién haya sido el responsable de esos nudos, sabía lo que hacía.
Finalmente, hizo su aparición triunfal por la puerta de la habitación. Ella no pudo creer quién era en verdad. Tal cual lo había imaginado, bah, creado.
                El reclamo era justo, él no tenía porque morir en la historia y quería demostrarle a ella que los personajes de los cuentos también sufren las emociones que les imponen sus autores. La conversación fue clara y precisa. Ella cambiaría el final de la historia que estaba escribiendo, si él cambiaba el suyo y la dejaba vivir.
Sin mediar más palabras, el personaje cerró la puerta a sus espaldas y se fue, convencido de que viviría, al menos, un tiempo más.



 Lara Osolinski.

El muelle

             Era una noche realmente calurosa. Se podía sentir la humedad en el ambiente y hasta costaba respirar. El verano no dejaba en paz a nadie.
Era una noche agobiante como cualquier otra en esa época, salvo por un detalle: iba a ser su última noche con vida.
Un barrio tranquilo, pocos postes de luz que iluminaban tenuemente las calles desiertas, pocos, muy pocos autos transitando y una casa. Una casa habitada por ella, una chica de aspecto normal, con un trabajo, una rutina, una familia. Vivía sola y eso facilitó todo lo que estaba a punto de suceder.
            Un auto estacionó frente a su hogar, tenía una ubicación bastante privilegiada ya que por la ventana podía verse su habitación con algunos detalles: un cuadro de Dalí colgaba por encima de su cama, fotos de amigos, y Lucía, claro, recostada durmiendo. No era la primera vez que él la observaba dormir. Sabía que a ella le gustaba sentir la suave brisa de verano, por eso dejaba la ventana abierta cada noche. Era un barrio tranquilo, seguro. Al menos hasta ese momento. Tenía binoculares y podía observarla detalladamente. Nada lo excitaba más que poder ver la reacción de sus víctimas al recibir la llamada.
            Podía ver como su cuerpo se movía, acompasado por la respiración, y hasta quizá soñando. No se movió ni un milímetro hasta que el llamado la despertó de golpe. Sobresaltada tomó el teléfono y dijo dormida: -Hola… ¿Quién es?
Esa voz desconocida del otro lado, le dijo que si quería volver a ver con vida a su padre, debía dirigirse hacia el muelle de la calle Mork.
            El auto frente a su casa aceleró y se perdió en la noche. Ella no supo que decir, si creerle o no. La transpiración comenzó a recorrerla y su cuerpo temblaba. Tomó el celular y llamó a su padre. Nadie contestó. Intentó una, dos, tres veces, pero todo fue en vano. Saltaba el buzón de voz constantemente. Intentó con su madre, pero lo mismo sucedió. Se vistió lo más rápido que pudo, movida por un terror interno que nunca había experimentado. Se maldecía a sí misma por haber dejado solo a su padre en esa cafetería, la noche anterior, luego de su pelea. Se arrepintió porque sabía que si algo le sucedía, era su culpa.

            Llegó al muelle, estacionó el auto y empezó a caminar. Escucho pasos detrás de ella. Quiso girar, pero el miedo no se lo permitió. Sintió una respiración agitada en la nuca, pero no tuvo tiempo de nada. Sólo de sentir como la sangre gorgoteaba de su garganta.





                                                                                                                                       




Lara Osolinski.

Ella y él.

Siempre era de la misma manera. Si él estaba eufórico y ella estaba abatida, él la animaba en lugar de permitir que ella lo deprimiera. Si ella estaba sosegada mientras él estaba exasperado, ella lo apaciguaba en lugar de hostigarlo e incitarlo a encerrarse aún más. Él necesitaba comprensión y no un frío rechazo. Ella necesitaba que la mimen y no que le pusieran mala cara. Si cumplían esa promesa, podían educar gradualmente sus caracteres (bastante similares) para que se deslicen por los mismos carriles y llegar así al mismo destino.

A ella le disgustaba dormir en la oscuridad total, pero en compañía de ése hombre, estaba dispuesta a intentarlo. A él tampoco le gustaba mucho la idea de dormir sin una lámpara encendida… Pero cuando la tenía muy cerca, la oscuridad le parecía una amiga. Las pesadillas que lo atormentaban tan a menudo parecían muy remotas cuando podía sentir su cabeza sobre su hombro. Inquietos ambos.

Él vive en el ayer, y quizá su sueño más entrañable, del que anhela no despertar nunca, consiste en volver a visitar ese ayer, pero en compañía de ella. Y con ella, es posible que no despierte. Ella vive en el viento, donde los sueños son realidad, donde la realidad misma es un sueño.

¿Cómo sabe todo eso sobre él? Él nunca se lo dijo.
 ¡Ella lo sabe todo! Simplemente porque lo ama. Así de extraño es el amor. No hace falta explicar lo que se siente. Él es un poeta, y ella fue la primera en adivinarlo.

…Y así es como cada uno de ellos ve el deseo tácito reflejado en los ojos del otro, desde la primera vez que se contemplaron. Esa vez que sus miradas se acoplaron inextricable e inesperadamente.
Durante años conversarán acerca de aquella noche y evocarán juntos las lágrimas que ambos sintieron brotar súbita e inexplicablemente, cuando sus miradas se encontraron por primera vez (sin que ellos supiesen nada del otro, ni siquiera sus nombres). Pero eso no importó. Se llamaron silenciosamente, a través de la música, por los nombres secretos que conocían (desde siempre) sus corazones…
Es posible que él necesite un tiempo para estar seguro. Un día ella estará hablando, fascinándolo y de pronto lo notará muy callado…
-¿Pasa algo querido…?
-No. Sólo es que… pienso que podría amarte. Pero no estoy seguro.

Ella no entenderá de qué está hablando. Desde el punto de vista de ella, en la vida nadie puede estar seguro de nada, sobre todo cuando se trata del amor. No hasta que llegas al final del camino… Ya falta muy poco. ¿Por qué derrocharlo entonces?.