miércoles, 13 de febrero de 2013
Almohadas y manías
Tomé tu perfume y lo rocié en mi almohada una vez más (adquirí esa costumbre al tenerte lejos y tener que conformarme con tu aroma nada más).
Me acosté y no pude dormir pese al cansancio del viaje que tenía. Acomodaba la cabeza de un lado y del otro, sin éxito, giraba sobre mí, me destapaba para taparme enseguida.
Pensé en vos, en como estarías abrazado a tú almohada con tantas ganas, y la ternura me invadía.
Con mi almohada hice lo mismo, sin reflexionar demasiado me adueñé de tu manía.
Fue una sensación extraña la que por mi cuerpo recorría. Estaba cómoda, pero entre despierta y dormida, esperaba sentir tu respiración, dos tuyas, y una mía.
En el fondo de mi alma, ¡juro que la sentía!
En ese momento me desilusioné al abrir los ojos, me encontré tristemente con que sólo éramos dos.
Mi almohada y yo.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario