lunes, 4 de junio de 2012

Conversaciones íntimas


Hoy me ha sucedido algo de lo más extraño. Estaba acostada en mi cama cuando golpearon la puerta de mi habitación; por debajo se veía una sombra muy pequeña.
-¡Adelante! dije, y la puerta se abrió de golpe dejando a la vista, para mi sorpresa, ése pedazo de mí, medio olvidado. No lucía bien, estaba raspado, resquebrajado y sin aliento. Con mucha dificultad susurró:
-Permiso... Y se sentó a los pies de mi cama. Ya nos conocemos y no es mi intención entrar sin golpear e instalarme así, porque sé que no te gusta, pero hoy me veo en la obligación de hacerlo. Necesito una respuesta simple, ¿por qué?
-¿Por qué?, contesté. Porque yo también me vi en la obligación de hacerlo, fue algo inevitable.
-¿Y no pensaste en mí? Egoísta como siempre. ¿No pensaste en cómo iba a quedar yo cuando todo aquello terminara?
-Siempre pienso, pero es tarea muy fina elegir entre la razón y vos.
-Claro, y como muchas veces triunfa el cerebro, a mi me dejás encerrado, sin luz, sin poder tener siquiera un poco de aire, como si fuese mi culpa latir así. No me parece nada justo.
-A mi no me pareció justo que dejaras que jueguen así con vos. Mejor dicho, te lo advertimos, el cerebro y yo, pero quisiste hacerlo de todas formas. Ahora me toca preguntar a mí: ¿Por qué?
-Porque no es mi función pensar racionalmente. No es mi culpa estar hecho para “Él”.
-¿¡Para él!? ¿Todavía seguís creyendo que están hechos? Que iluso de tu parte.
-Te repito, no puedo discernir lo que siento. Esté bien o mal, sólo me toca sentir. Estoy para eso.
-¿Y  entonces qué sentido tiene todo este reproche?
-Lo que quiero es que me dejes salir de nuevo, ver la luz, dejarme sentir otra vez que vivo. Quizás no ahora, no mañana, pero en un tiempo. Poder sanar mis heridas.
-¿Y yo qué gano? ¿Que otra vez pase lo mismo pero más adelante? De ninguna manera, esto es una historia de nunca acabar. Ya no me quedan ganas de sentir nada por nadie.
-Eso no lo decidís vos…
-Claro, ahora no te hagas el todo poderoso, miráte. Das pena.
-Doy pena porque vos así lo quisiste… Pero ya no se trata de buscar culpables. Ahora ya está, las heridas están hechas, sólo necesito poder curarlas.
-No me gusta verte así, para nada. Me pone mal. Por eso mismo hice lo que hice. Construir esa valla alrededor tuyo. No fue mi intención hacerte peor. Perdón.
-Está bien, vivo en vos, no comparto mucho con Cerebro, pero es lógico. Al menos eso dicen. ¿Y entonces? ¿En qué quedamos?
-Me costaría mucho sacar el vallado y dejarte libre. No es fácil. Una vez que lo hice… ¡Mirá como terminamos!
-Está bien, pero el que no arriesga no gana. Creo que podemos llegar a un acuerdo.
-Creo que estamos pensando lo mismo…


No quitar la valla, sino ver quien intenta saltarla. Sólo falta esperar a quién lo logre… 



1 comentario:

  1. si duda alguna la historia nos deja en claro que a los golpes no se aprende.

    ResponderEliminar