domingo, 24 de marzo de 2013

a veces no, SIEMPRE volvemos.

A veces se nos sueltan los tornillos, ponemos 5ta a fondo y no nos para ni Dios.
A veces la vida, con terceros incluidos, se empeña en ponernos palos en la rueda.
A veces nos arrancamos el corazón de cuajo y lo devoramos cruelmente, vos a mi, yo a vos.
A veces nos lanzamos esos misiles que tenemos en nuestras guaridas para ocasiones límite.
A veces nos puteamos, nos herimos, nos pisamos, nos lastimamos, nos clavamos puñales y sufrimos.
¿Cuánto duran las guerras? Duran lo que tengan que durar, lastiman cada vez igual o inclusive peor.
Cada vez que eso pasa siento el alma desgarrándose en lo más profundo de mí ser. Termino destruida, tirada en el piso, sangrando por dentro, padeciendo cada palabra que dijimos.
Me arrepiento de mi comportamiento, de mis impulsos, de ese instinto de hembra alfa que me supera y me carcome la paciencia.
Y cuando termina todo, cuando agotamos los recursos armamentísticos que teníamos, pienso.
Me encierro en mi cabeza y medito.
Me arrepiento de muchas cosas, no quisiera repetir tantas otras. El miedo a perderte me llena el vacío que dejó nuestra pelea, nuestra lucha cuerpo a cuerpo.
Vuelvo en mí, y vuelvo a ser yo, vuelvo a ser esa de la cual te enamoraste hace tiempo.
Esa que compartía tus lágrimas y luego las secaba, la dueña de tus risas.
Esa que te conoce cada gesto, cada sonrisa, cada mirada.         
La misma nena tonta que con 22 años se siente de 7 al lado tuyo.
La que no podes sacar a tomar helado porque sabes como termina.
La que aprendió lo que significaba ir de la mano con vos, orgullosa.
Vuelvo a ser la que duerme pegadita a vos, la que en sueños te busca dormida cuando te alejaste en la cama, para volver a abrazarte.
La que te dice Buen día con una sonrisa, y que no te quiere dejar ir nunca.
Esa que ama como nunca amó en su vida, y daría la vida por vos sin pensarlo.
La que da todo incondicionalmente, pase lo que pase, sin importar distancias.

Y vos… vos también volvés a ser vos. Bajás la barrera y pisas la tierra, siendo ese que me saca sonrisas infinitas.
El que me tiene paciencia y aguanta mis rayes.
El que siempre está ahí para mí y es el pilar principal de mi vida.
Volvés a ser mi negro, el príncipe de mi cuento de hadas (y yo tu princesa esperando el rescate).
Volvés a mirarme con esos ojos de enamorado, esos ojos que tanto amo.
Volvés a besarme y te reís al ver mi reacción con la sonrisa estúpida indisimulable.
Volvemos.
Volvemos a sentir y reír.
En resumen, volvemos a ser lo que nunca deberíamos haber dejado de ser: FELICES.





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